Tanto para los karaokeros habituales como para los aspirantes a cantante, conocer y dominar el propio registro vocal es de suma importancia. Después de todo, ¡convertirse en Mariah Carey o Barry White en la próxima fiesta de karaoke requiere un poco de práctica! Ser consciente de tu alcance vocal te permite desarrollar y mejorar tus habilidades sin llegar a ser presa del miedo a caer en un agujero negro de vergüenza e incomodidad en el caso de poner sin querer el pie (en este caso, la boca) en los desconocidos territorios de las notas altas y bajas.
Paso 1: Encuentra tu registro vocal
Existen tres tipos principales de registros vocales que cubren las voces agudas, medias y graves. Estas son, respectivamente: la voz de cabeza (o falsete), la voz mixta y la voz de pecho (o voz modal) . Los términos adoptan partes del cuerpo para que resulte más fácil la identificación de la zona implicada.
Prueba esto: pon tu mano sobre la parte superior de la cabeza y, después, sobre tu pecho mientras emites las diferentes voces que hemos mencionado anteriormente. La ubicación de los dos registros resulta evidente.
Muy bien, ahora haz esto: coloca una mano al nivel de tu nariz y, de nuevo, sobre tu pecho. Según el lugar en el que notes más vibraciones podrás determinar si tienes de forma natural una voz de cabeza (aguda), una voz de pecho (grave) o una voz mixta (una mezcla de las dos).
¿Y esto qué significa? Conocer las dos ubicaciones de tu voz, así como el lugar donde vibras más, te permite averiguar cuál es tu registro. ¡Aprende a dominar tu registro incluso antes de oírlo! Ser capaz de llegar a las notas más altas no te convierte directamente en un mejor cantante. Pero conocer y dominar tu registro es el primer paso para llegar a serlo.
Paso 2: Practica una actitud zen
Llegar a las notas más agudas puede resultar muy difícil si no tienes controlada la actitud zen. Si tu cara y cuerpo están contorsionados en posiciones raras, lo más probable es que te salga mal. Cuando distorsionas tu cara y tu cuerpo, lo que en realidad estás haciendo es intentar llegar a una nota que está fuera de tu alcance, o bien estás demasiado rígido para llegar a ella. Comparémoslo con una analogía deportiva: piensa en ello como un concurso de lanzamiento de jabalina en el que lo único que importa es la proyección constante hacia delante. Al contrario de lo que uno podría pensar, la tensión muscular no te ayudará a alcanzar una altura mayor, sino que cerrará tu garganta e impedirá que el aire fluya con libertad.
La palabra clave es «relajación». Aquí tienes unos consejos que te ayudarán a conseguirlo:
- Relaja la mandíbula, déjala caer todo lo que puedas.
- Realiza ejercicios de canto antes de empezar a cantar tu canción.
- Relaja los hombros.
- Mueve la cabeza en círculos (no te fuerces demasiado, tampoco necesitas convertirte en la niña de «El exorcista»).
- Bebe agua a temperatura ambiente, esto relajará tus cuerdas vocales.
Paso 3: Saca el mayor partido a tu cuerpo
Antes de nada, colócate en la posición correcta. Ponte derecho, pero relajado, con la cabeza recta. Todos tendemos a levantar o bajar la barbilla para alcanzar las notas altas y bajas, pero se trata de un error, ya que bloquea la circulación del aire. Abre la garganta (piensa en cómo se contrae cuando tragas… y haz justo lo contrario). Al abrir la garganta, el sonido no encontrará obstáculos y tendrá más potencia. Las notas más agudas y graves requieren un poco más de aire para no “apagarse” a mitad de camino.
¡Usa el diafragma y asegúrate de que mantienes el tórax recto! Es tu estómago el que hará todo el trabajo, así que empújalo para impulsar la nota. Pon la mano sobre el estómago y deja que acompañe al movimiento.
Para pulir tu interpretación, esboza una sonrisa cuando emitas notas bajas; así añadirás claridad a tu tono.
Paso 4: Presta atención a las transiciones
Puedes alternar los tres registros que hemos descrito (la voz de cabeza, la voz mixta y la voz de pecho) con más facilidad de la que crees. Si pasas rápidamente de uno a otro en la misma canción, asegúrate de haber practicado antes las transiciones. Un buen ejercicio para conseguirlo es intentar imitar la larga progresión de una sirena, de arriba abajo y de abajo arriba.